Sumario: | Para la mayoría de los salvadoreños, la vida es una carga insoportable. Vivir, luchar por la vida, sobrevivir, son una difícil y diaria empresa. El hambre, la enfermedad, la represión, el racimo de hijos con el horizonte cerrado para ellos, han sido dolores esenciales en la vida de la mayoría de los salvadoreños. La prolongación de la guerra, iniciada precisamente cuando todos los cauces para transformar la sobrevivencia en una vida digna se cerraron, añadió a la miseria de siempre una represión más continua y masiva, la separación de las familias, la permanente incertidumbre, el éxodo, los huérfanos, los desplazados… ¿Cómo ha sido posible resistir tantas desventuras? ¿De dónde han salido las fuerzas para seguir adelante y con la llama encendida? La realidad es que para una mayoría han sido la fe y la esperanza cristiana las que han generado la fortaleza para la sobrevivencia. La fe y la esperanza han curtido a este pueblo para aguantar todos los soles y todas las heladas. Eso lo saben los que se acercan al alma salvadoreña. Eso lo ha contado puntualmente Carta a las iglesias, publicada desde 1981, quincenalmente, por el Centro de Pastoral de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador.
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