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|a La elevada incidencia de la Neumonía Adquirida en la Comunidad (NAC) en la población anciana se ha relacionado con una serie de cambios fisiológicos, asociados al envejecimiento, en el aparato respiratorio (disminución del reflejo tusígeno y del aclaramiento mucociliar) e inmunitario (tanto innato como adaptativo), junto con la mayor probabilidad de situaciones clínicas y sociales (edentulismo, disfagia, desnutrición, institucionalización) y de enfermedades crónicas que van siendo acumulativas con la edad (diabetes mellitus, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, insuficiencia cardiaca crónica, cáncer e insuficiencia renal crónica) que convierten al anciano en un sujeto más vulnerable al desarrollo de infecciones, y más específicamente de la neumonía, así como de riesgo incrementado a un peor resultado de las mismas. (González del Castillo, y otros, 2016) En 1901, William Osler, describió la neumonía como «la reina de las enfermedades». Por lo que la neumonía adquirida en la comunidad sigue siendo una importante causa de mortalidad en todo el mundo. A pesar del desarrollo de antibióticos, de la ventilación mecánica asistida, de la vacunación antigripal y antineumocócica. Se conoce que es la segunda causa de infección en salas generales de los hospitales y la primera en la unidad de cuidados intensivos en todo el mundo. (García Zenón, Villalobos Silva, & Trabado López, 2013). Los pacientes de edad avanzadas con NAC no cuentan con la tríada típica de fiebre, tos productiva y dolor pleurítico, especialmente en aquellos con deterioro funcional o cognitivo. (R. Zalacaín, M. Temprano , Olcoz Chiva, & Magariños Losada, 2006). Es poco lo que se sabe en relación al manejo de esta patología en geriatría, lo que se hace es que se cuenta como enfermedades comunes en población adulta
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