Sumario: | Aquellos que hemos tenido la inquietud y la fortuna de adentrarnos en las historias personales de quienes han dedicado su vida al estudio o a la conservación de la naturaleza, no cesamos de sorprendernos al hallar coincidencias, paralelismos o convergencias entre dichas personas, por encima de las barreras del espacio y del tiempo. Ello sugiere o hasta confirma, que hay una especie de llamado, íntimo y recóndito, que proviene más allá de la razón, en cuanto a este instinto o vocación por comprender la intrincada trama de relaciones existentes en el mundo natural o, al menos, por captar a plenitud las sensaciones que emanan de él. Por esto, quienes elegimos las ciencias biológicas como campo de especialización, así como aquellos que sin instrucción formal se han dedicado a la conservación de la flora, la fauna y el ambiente en general, somos “bichos raros”, en el buen sentido del término.
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