| Summary: | A los viajeros de la antigüedad les sorprendían mucho más que a los actuales las grandes construcciones; el turista de nuestra época suele conocer de antemano la imagen de lo que va a visitar y llega ante el monumento con prejuicios y conceptos que modifican y disminuyen el puro goce de su primera apreciación. Otro factor es la frecuencia de habitantes de las grandes ciudades modernas, la cual familiariza con la monumentalidad, aunque ésta nos resulte angustiosa. Las grandes moles de metal, de hormigón armado o de vidrio, que nos rodean y amenazan desde las calles, ventanas, en las revistas que leemos o en la pantalla del cine en el que consumimos gran parte de nuestro ocio. Así púes, de una permanente contemplación, nos es difícil sentir la armoniosa gracia si ésta pertenece a algo pequeño o mediano, como si nos hubiésemos quedado exhaustos para ello, por el uso continuo de una escala, con la que quizás tratamos de borrar un sentimiento de pequeñez ante la magnitud infinita de la creación.
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