Sumario: | Amaya Amador no cayó en la trampa, como ha ocurrido, consciente o inconcientemente, con muchos hondureños. Al escribir su libro no se refirió a los campos bananeros como si éstos fueran el paraíso de los altos salarios, la electricidad y las viviendas para los trabajadores. Habló de ellos como de una prisión verde , es decir, lugares a donde por múltiples razones, concurren hombres y mujeres de todas partes, pero de los que ya no pueden salir, si no es al cementerio, convertidos en matas muertas, a las que se debe despedazar a machetazos para que se pudran .
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