Sumario: | Los 96 poemas de Jicaras Tristes se salvan del fuego crítico por la emoción desnuda del joven poeta. Su lirismo se recrea en la indiana musa y el amor se traslada, en sencillos madrigales, romances letrillas y sonetos, a las cosas rurales. Nada se escapa a su ojo de acuarelista: el río, la montaña, el bosque al amanecer, los ranchos a la orilla de los caminos, los pájaros, el olor de albahaca, los labriegos enfiestados con sus cotones de manta, el ternerito que viene, se arrodilla al borde del estanque y al doblar las testuz, por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz... Este apego a la tierruca, a los elementos terrestres, está envuelto en una neblina de melancolía, el mal del siglo. Asi su obra más lograda descansa en la observación y descripción del paisaje, incorporando a éste al hombre como un elemento que se confunde con lianas, bejucos y sueños adolescentes.
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