Sumario: | Entre devociones sumisas y negaciones totales oscilan buena parte de los juicios que crecen en torno a Borges. Y muchas veces ocurre que quienes adoptan esas posiciones extremas coinciden en el hecho bien simple de que ni unos ni otros lo entienden. Ana María Barrenechea, en uno de los más profundos y brillantes análisis estilísticos que ha dado nuestra crítica en torno a un escritor argentino, alcanza plenamente uno de sus fines ineludibles y lógicos: el de comprender y, consecuentemente, explicar la obra estudiada. Su primer acierto es encarar globalmente la de Borges. Pone orden en la vastedad de las sugestiones de su universo, señalando lo que unifica su multiplicidad. En su poética se preanuncian sus cuentos. Poemas y ficciones nacen de una misma inquietud metafísica. "Para socavar nuestra creencia en un existir concreto, Borges ataca los conceptos fundamentales en que se basa la seguridad del propio vivir: el universo, la personalidad, el tiempo", dice Ana María Barrenechea, en síntesis eficaz de su propia indagación, que se ajusta estrictamente al título de su libro: "La expresión de la irrealidad en la obra de Borges". Pero se detiene también en la perfección formal con que Borges cumple -por destructora que pudiera resultar- esa tarea de volverlo todo problemático refiriéndolo a una medida de lo absoluto, entrevista desde el mirador a pocos accesible de lo eterno. Su exégesis, dictada por la admiración, realiza al mismo tiempo el examen más equilibrado y justo que hasta ahora se ha intentado de una obra tan importante, de cuyas conclusiones no podrán prescindir ni aun aquellos que discuten y objetan a Borges.
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