Sumario: | Este libro pretende invadir el olvido con la memoria para que así, los héroes, heroínas y los/as mártires que dieron su vida, su miedo y sus sueños para alcanzar una sociedad justa, sigan compartiendo su energía vital. Feliciano Ama sigue caminando con sus caites sencillos, sigue consultando sortilegios, sigue hablando lentamente, sigue haciendo política. La ceiba que lo sostuvo se derrumbó, el lazo que lo contuvo se fugó en pedazos de tiempo, el tirano que lo mató fue asesinado con objeto cortante y punzante, los otros asesinos han desaparecido en el sótano del tiempo; pero el día luminoso que vio sufrir a Ama, sigue iluminando las tardes de Izalco y los que lo condenaron tienen hoy, 70 años después, más miedo que nunca y no saben qué hacer con tantos Felicianos que han nacido y tantos Felicianos que siguen naciendo. La Negra fue siempre muy rigurosa en su trabajo y muy perfeccionista, pero parece que alguna ligereza se le escapó en un mensaje y el “viejo seco” le había llamado la atención. La Natalia era muy bonita y muy exigente consigo misma, era una radista del mando de la zona especial, en el Frente Central; de modo que cuando se le llamó la atención se indignó, se llenó de furia y por eso lloró, rápidamente en el cafetal se supo que la negra estaba llorando. Cuando una guerrillera llora no hay miedo, ni hay angustia, pero es un acto hermoso que ocurre durante una guerra popular; el llanto de una mujer de dieciocho años, llanto sin miedo, llanto de exigencia.
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